Padres con liderazgo
Hacia
el año de 1945, un padre empresario decidió dejarle el lugar a su hijo pues
consideraba llegada la hora del relevo. Martin I. Davey, presidente de la
empresa Davey Tree Expert, quiso hacer el cambio de una manera tal que pudiera
volcarle todas sus experiencias en el negocio, por lo que le escribió una larga
carta de consejos que, vale la pena rescatar por el alcance práctico que aún
hoy tienen sus recomendaciones:
Por
encima de todo, cumple siempre tus promesas; pero sé cauto en extremo con lo que
prometes.
No
olvides nunca pensar siempre en tus clientes en primer lugar.
Si
alguno de tus clientes presenta una queja, encárgate de estudiarla de inmediato
y con ecuanimidad.
Nunca
trates de hacer de la empresa un reformatorio: no puedes hacer buenos a los
hombres de mala condición.
Trata
siempre a tus empleados como los seres humanos que son.
Los
buenos representantes comerciales deberán propiciar buenos ingresos, ya sabes
que “quien fabrique la mejor ratonera del mundo logrará que todos vayan a su
puerta”.
Sé
muy celoso con los préstamos que solicites y jamás dilates el pago de una deuda
si existe algún modo de evitarlo.
Vigila
los gastos con ojo de águila; uno de los cometidos más importantes es el de
saber decir no con firmeza.
Cuando
dudes, no hagas nada. Toma las decisiones y aunque puedas cometer algún error,
nunca hagas juicios a la carrera.
Trata
de lograr beneficios razonables si esperas conservar el negocio. Las empresas
familiares no pueden aguardar la llegada de Santa Claus: cuando desaparezcan
las ganancias estás acabado.
Permíteme
decirte que debes mantenerte fiera del negocio de la banca. Por ejemplo, no
prestes dinero a tus empleados cuando puedas evitarlo.
Jamás
hagas nada cuando estás enfadado, pues lo más seguro es que te equivoques.
Paga
a cada uno cuanto merezca. Pero si un cliente paga más de lo que debe,
encárgate de devolverle la diferencia.
No
hagas nada por el simple hecho de que lo está haciendo la competencia.
Por
favor, no trates de ser popular cuando de negocios se trata: es imposible
dirigir una empresa y hacerte querer de todos.
Tendrás
que hacerte merecedor del respeto de cuantos te rodean. A la larga son más
importantes las calidades y virtudes sólidas que la generosidad o la astucia.
Desconfía
de los aduladores: emplean sus mañas para obtener algo a lo que no tienen
derecho.
No
malgastes tu propio tiempo y has que los demás lo respeten.
No
te entretengas con los detalles, pero emplea a otros para que se ocupen de
ellos.
Si
quieres que los demás sean diligentes en el trabajo, debes serlo tu primero.
Debes
mostrarte amigable con moderación y reserva, pero amigable de veras.
No
te duermas jamás en tus laureles.
Es
bueno trabajar con empeño para alcanzar la perfección, pero nunca dejes que el
éxito te corrompa.