Carta de una madre a su
hija:
(Anónimo)
Mi querida hija, el día que
me veas vieja, te pido... por favor que tengas paciencia, pero sobre todo trata
de entenderme.
Si cuando hablamos, repito
lo mismo mil veces, no me interrumpas para decirme “eso ya me lo contaste”
solamente escúchame por favor. Y recordar los tiempos en que eras niña y yo te
leía la misma historia, noche tras noche hasta que te quedabas dormida.
Cuando no me quiera bañar,
no me regañes y por favor no trates de avergonzarme, solamente recuerda las
veces que yo tuve que perseguirte con miles de excusas para que te bañaras
cuando eras niña.
Cuando veas mi ignorancia
ante la nueva tecnología, dame el tiempo necesario para aprender, y por favor
no hagas esos ojos ni esas caras de desesperada. Recuerda mi querida, que yo te
enseñé a hacer muchas cosas como comer apropiadamente, vestirte y peinarte por
ti misma y como confrontar y lidiar con la vida.
El día que notes que me
estoy volviendo vieja, por favor, ten paciencia conmigo y sobre todo trata de
entenderme. Si ocasionalmente pierdo la memoria o el hilo de la conversación,
dame el tiempo necesario para recordar y si no puedo, no te pongas nerviosa,
impaciente o arrogante. Solamente ten presente en tu corazón que lo más
importante para mí es estar contigo y que me escuches.
Y cuando mis cansadas y
viejas piernas, no me dejen caminar como antes, dame tu mano, de la misma
manera que yo te las ofrecí cuando diste tus primero pasos.
Cuando estos días vengan, no
te debes sentir triste o incompetente de verme así, sólo te pido que estés
conmigo, que trates de entenderme y ayudarme mientras llego al final de mi vida
con amor.
Y con gran cariño por el
regalo de tiempo y vida, que tuvimos la dicha de compartir juntas, te lo
agradeceré: con una enorme sonrisa y con el inmenso amor que siempre te he
tenido, sólo quiero decirte que te amo, mi querida hija.
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