1.1.- Dirigir el pensamiento hacia una meta fija que desea alcanzar y
no desviar la atención de ella.
1.2.- Elaborar un plan para lograr conseguir esa meta, un plan cuidadoso
y detallado que se va siguiendo día por día, y que hace que nuestra actividad
sea organizada y llena de entusiasmo.
1.3.- Desarrollar un sincero deseo de realizar aquello que se quiere
conseguir. El deseo ardiente es el más importante motivador de las acciones. El
deseo de lograr éxitos consigue la costumbre de alcanzar éxitos.
1.4.- Adquirir una confianza grande en la ayuda de Dios y en sí mismo;
es decir tener confianza en sí mismo, en las propias capacidades y habilidades para lograr el éxito, rechazando toda posibilidad de que Dios nos deje solos y concediéndole muchísima mayor importancia a las cualidades positivas que se tienen que a las debilidades o a las posibilidades de derrota.
1.5.- Dedicarse a una acción tenaz e incansable para lograr obtener la meta que se busca conseguir, sin desanimarse por lo obstáculos, las críticas, las circunstancias adversas, o lo negativo que los demás piensen, hagan o digan. Esa energía concentrarla hacia la consecución de una meta, atrae enormemente las oportunidades, las cuales no se dejan atrapar por los que están sin hacer nada, pero se acercan generosamente a quienes se atreven a atacar, a trabajar fuertemente por conseguir el éxito.
Otro ejemplo lo mirar con el siguiente caso. -Llega la esposa a donde el psicólogo. -"Doctor, mi hogar está para destruirse". -¿Y a qué causas atribuye usted señora esta destrucción de su hogar?
-Pues doctor, es que ese hombre es un patán, un desalmado, un grosero, un...
-Un momentico - le responde el psicólogo-. Señora aquí no hemos venido a regañar a su esposo. Si él estuviera presente le reprocharíamos, pero como está ausente es tiempo perdido criticarlo. Lo importante es saber: qué culpabilidad tiene usted en este asunto, para poder orientar las soluciones a su alcance.
Poco a poco la señora va reconociendo que ella ya no es cariñosa, ni detallista con su marido. Qué le cantaletea por mucho tiempo por una misma falta cometida...que quizás ya no se arregla ni se esfuerza por serle simpática...que no ha rezado por él, ni se detiene a recordar cualidades que él tiene y los favores que él le ha hecho... y cuando aquella mujer se convence que en casi todos los casos la culpa no es de uno solo, sino de ambos y que si ella cambia y mejora, todo en su hogar cambia y mejora, la tragedia de su hogar se va convirtiendo en paz y calma, y más, si logra que su esposo consulte también al psicólogo y empiece a echarse a sí mismo la culpa de las malas acciones que ha tenido en su hogar sin recargarle toda la culpa al otro cónyuge.
P. Eliecer Sálesman
0 comentarios:
Publicar un comentario